Allá, en la encrucijada, dejó un blues
que aún late en la obsesión de una guitarra,
y su forma de hacer que el tiempo se incinere
aún la llevo colgada de mis labios.
Ahora, la música es siempre igual:
ya sólo la costumbre pulsa el viento
para arrancarle los mismos acordes al hastío,
para acallar el paso de la muerte
por las vencidas horas.
(Las uñas de una armónica laceran la espalda de la noche
y el silbato de un tren
se pierde en la tristeza de cuanto no vuelve)
La anécdota y el polvo del camino
relatan una historia.
Sólo quedó la estúpida mención de una certeza:
el demonio se ha marchado,
en este pueblo
ya nadie puede vender su alma
a cambio de una hembra, de una flor,
de un minuto de gloria...
en este pueblo, ya no hay nadie
de cuyos sueños surja la poesía.
CRISTIÁN EL GATO
mortalmente triste ....me muero en ese pueblo de tristeza PM
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