El agua fue el origen;
mares y vientos emplearon sus manos
para ceñir nuestro destino.
Somos de carne líquida, somos arroyos
tormentosos y calmos,
somos el curso por donde navegan
proas de muchos dioses.
Estamos hechos de algas escurridizas,
de lluvias guarecidas en los poros,
de un salobre clamor,
de playas solitarias y remotas.
Somos la continuación de la tormenta,
la furia de aquel rayo que se volvió un anfibio,
la ola mayor, el cielo en su quejumbre,
y siglos que tuvieron que secarse
para llegar aquí,
donde tú y yo, sudorosos y hambrientos,
soltamos agua con sabor a ternura,
un documento que habla por sí mismo
y es la infinita construcción del mundo
en un abrazo.
Roberto Díaz
Una belleza de Roberto de su libro recien extrenado!!!
cariños y buen domingo.
picamiel
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