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En un mundo de ruidos,
Una poesia o una nota aparecida,
desde nuestro interior o desde los otros,
que corra como el rio,
refrescando o
haciendonos repensar..
desde el simple te veo,
se que estas ahi!!!
porque?
porque yo te vi!!!
PicaMieL©

domingo, 28 de septiembre de 2008

¿Qué hemos hecho?

¿Qué hemos hecho?
Por Susan Sontag
(..) Uno se pregunta cómo alguien puede sonreír frente al sufrimiento y la humillación de otro ser humano - ¿arrastrar a un hombre iraquí por el piso, con una correa? ¿poner perros guardianes en los genitales y en las piernas de prisioneros desnudos, temblando de miedo? ¿violar y someter a la sodomía a los prisioneros? ¿forzar a prisioneros encapuchados y engrillados a masturbarse a simular o a realizar actos sexuales entre ellos? ¿golpear a los prisioneros hasta causarles la muerte? - y uno se siente ingenuo por hacer las preguntas, ya que la respuesta es, evidentemente: la gente le hace estas cosas a la gente. No sólo en los campos de concentración Nazis y en Abu Ghraib cuando estaba gobernada por Saddam Hussein. Hay estadounidenses también quienes las hacen cuando tienen permiso. Cuando se les dice o se les hace sentir que aquellos sobre los cuales tienen poder absoluto merecen ser maltratados, humillados, atormentados. Ellos las realizan cuando se les hace creer que las personas que están torturando pertenecen a una raza o religión inferior, despreciable. Porque el significado de las fotografías no es sólo que se llevaron a cabo estos actos, sino que los ejecutores no tenían la sensación de que había algo malo en lo que las fotos muestran. Aún más espantoso, ya que las fotos se tomaban para hacerlas circular y que fueran vistas por mucha gente, todo era diversión. Y esta idea de diversión es, por desgracia, cada vez más - contrariamente a lo que el Sr. Bush le dice al mundo - parte de "la verdadera naturaleza y corazón de los Estados Unidos".

Polémica Sobre el Socialismo Real / Por Susan Sontag
El discurso que Susan Sontag pronunció el 6 de febrero en un acto de apoyo a Solidaridad en el Town Hall de Nueva York desató una viva polémica en la izquierda norteamericana. Vuelta reproduce ahora ese discurso y los comentarios de Phillip Green. Diana Trilling, Aryeh Neier. Daniel Singer. Andrew Kopkind, David Hollinger, Phillip Pochoda y Christopher Hitchens que fueron publica dos por The Nation el 27 de febrero de 1982.
La prosa de una poeta / Por Susan Sontag
La prosa de los poetas suele ser elegiaca, retrospectiva. Como si el tema evocado se remontase, por definición, a un pasado desaparecido. La ocasión acaso sea una muerte literal: los recuerdos de Voloshin y Biely. Aunque no es la tragedia del exilio, ni siquiera la atroz privación y el sufrimiento que Tsvietáieva toleró ya exiliada y hasta el momento en que volvió en 1939 a la Unión Soviética (donde, ya en su exilio interior, se suicidó en agosto de 1941), lo que explica el registro elegiaco. En prosa, el poeta siempre está lamentando un Edén perdido; rogándole a la memoria que hable, o que solloce. La prosa de un poeta es la autobiografía del ardor. Toda la obra de Tsvietáieva es una apología del rapto; y del genio, es decir, de la jerarquía: una poética de lo prometeico. «Toda nuestra relación con el arte es una excepción en favor del genio », escribió Tsvietáieva en su estupendo ensayo «El arte a la luz de la conciencia». Ser poeta es un estado del ser, del ser enaltecido: Tsvietáieva se refiere a su amor por «lo superior». El mismo tono de elevación emocional está presente en su prosa y en su poesía: no hay escritor moderno que nos aproxime más a una experiencia de lo sublime. Como señala Tsvietáieva: «Nadie ha entrado dos veces en el mismo río. Pero ¿hay acaso alguien que haya entrado dos veces en el mismo libro?»
Perpetuo: Vigencia de Victor Serge / Por Susan Sontag(Segunda Parte)
Los camaradas trotskistas habían sido los defensores más activos de la liberación de Serge, y mientras Serge daba en Bruselas su adhesión a la Cuarta Internacional —como se denominaba a la liga de partidarios de Trotski— sabía que la propuesta del movimiento no era una alternativa viable a las doctrinas y prácticas leninistas que habían llevado a la tiranía estalinista. (Para Trotski, el crimen consistía en que se estaba ejecutando a la gente equivocada.) A su partida de París en 1937 le siguió una disputa manifiesta con Trotski que, desde su reciente exilio mexicano, denunciaba a Serge como anarquista encubierto; por respeto y afecto, Serge se negó a rebatir el ataque. Impávido ante la calumnia de ser tenido por un renegado, un traidor a la izquierda, publicó más tratados y opúsculos a contracorriente acerca del destino de la revolución desde Lenin hasta Stalin, y otra novela, Medianoche en el siglo (1939), situada casi siempre en un pueblo remoto parecido a Orenburg cinco años antes y al cual habían sido deportados los miembros perseguidos de la oposición de izquierda. Es sin duda la primera descripción en una novela del Gulag, o con más propiedad gulag, el acrónimo del vasto imperio penitenciario interno cuyo nombre oficial en ruso se traduce como Administración General de Campos. Medianoche en el siglo está dedicado a los camaradas del partido radical más honorable de la República española, el disidente comunista —es decir, antiestalinista— Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), cuyo dirigente, Andreu Nin, ejecutado por agentes soviéticos en 1937, era otro amigo íntimo de Serge.
Tres elegías por Susan Sontag / Por Ellen Willis
1. Arte: Según el punto de vista de Sontag, la influencia de los principales intérpretes del canon modernista, Marx y Freud, había ido más allá de su utilidad real. Para ella, el cine era "la más viva, apasionante e importante de todas las formas artísticas actuales", pues su viva inmediatez desalentaba los intentos de interpretación.
2. Política: Susan Sontag creyó que los intelectuales debían pronunciarse políticamente. Participó activamente en el movimiento contra la guerra de Vietnam. Intentó, con pasión y persistencia, despertar las conciencias de Estados Unidos y Europa contra la catástrofe genocida en Bosnia. Y, sin embargo, yo no diría que Sontag fuese una pensadora política. Para Sontag, la política era un territorio en el que había que actuar con un elevado estilo moral. O, en otro de sus aspectos, un territorio en el que el escritor debía defender valores literarios, valores de civilización, cuando se encontraban asediados, como lo estaban en Sarajevo. Era una cuestión de voluntad. Sin embargo, la política se refiere sobre todo a estructuras sociales, comportamientos colectivos –o psicología de masas– y a la relación entre ambas cosas. La política es un asunto de conocimiento y de poder.
3. Muerte: Cuando los clichés (es decir, las metáforas añejas) sobre la precariedad de vida se presentan de repente como la verdad simple e irresistible, esto ocupa toda la mente. ¿Cómo fomentar de la mejor manera posible la propia recuperación y cómo vivir mientras tanto? ¿Dedicamos todas las energías a seguir adelante, para que no nos domine la enfermedad, o revisamos las prioridades, centrándonos en lo más importante y desechando lo demás? Te preguntas qué es lo más importante: ¿el amor, el trabajo, el prestar atención a las sensaciones preciosas de la vida? ¿Hay que hacer de la salud un proyecto central, o bien hay que negarse a la obsesión?
Acercamiento a Artaud / Por Susan Sontag
(Tercera y Última Parte)
Los valores de la cordura no son eternos ni «naturales», así como no hay un significado evidente, de sentido común, en la condición de ser demente. La percepción de que algunas personas están locas forma parte de la historia del pensamiento, y la locura requiere una definición histórica. Locura significa no tener sentido, significa decir lo que no debe tomarse en serio. Pero esto depende por completo de cómo una cultura determinada define el sentido y la seriedad; las definiciones han variado mucho a lo largo de la historia. Lo que se llama demente denota aquello que en la determinación de una sociedad particular no se debe pensar. La locura es un concepto que fija límites; las fronteras de la locura definen lo que es «otro». Un loco es alguien cuya voz la sociedad no desea escuchar, cuyo comportamiento es intolerable, que debe ser suprimido. Distintas sociedades aplican distintas definiciones de lo que constituye la locura (es decir, de lo que no tiene sentido). (...) Artaud fue extremadamente sensible a la función represiva del concepto de locura. Veía a los dementes como los héroes y mártires del pensamiento, encallados en la posición aventajada de la extrema enajenación social (y no simplemente psicológica), voluntarios de la locura, como aquellos que, mediante un superior concepto del honor, preferían volverse locos antes que abandonar una cierta lucidez, un extremo apasionamiento al presentar sus convicciones. En una carta enviada a Jacqueline Breton desde el hospital de Ville-Évrard en abril de 1939, después de un año y medio de los que serían nueve años de confinamiento, escribía: «Soy un fanático, no soy un loco». Pero cualquier fanatismo que no sea un fanatismo de grupo es precisamente lo que la sociedad entiende como locura.

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